Antes de graduarme de la universidad, entré a trabajar en una institución recibiendo una remuneración de $1,500.00 pesos mensuales. En la primera quincena recibí $750.00 pesos y lo primero que hice fue ir a comprarme unos zapatos que costaban $700.00 pesos, quedándome con solo $50.00 pesos para el resto de la quincena. Ahora que lo pienso, esa acción sería la primera de muchas otras que seguirían después.

Terminé la universidad y para mi fortuna, egresando encontré trabajo, también como pasante por tres meses y luego me quedé trabajando en un proyecto por un año y medio aproximadamente, ganando $4,000.00 pesos mensuales. Con mi primer pago me fui a comprar un celular de $2,000 pesos.

Fue durante ese tiempo que sentí que “comenzaba a vivir”. Mi salario era para mí, ¡todo!, absolutamente todo me lo “echaba”. Mi pensar cambió y deje de comprar en cualquier lugar para sólo comprar en centros comerciales o en tiendas que tenían línea de ropa con marcas específicas. De tal manera que mensualmente compraba de cuatro a cinco blusas de entre $280.00 y $560.00 pesos cada una, todos los meses.

Llegué a tener 10 pares de zapatos, cuyos precios andaban entre los $600.00 y $800.00 pesos. Incluso tuve 6 perfumes (Ahora pienso ¿para qué tantos?) de entre $800.00 y $1,100.00 pesos el más caro. En una ocasión, la tienda que más frecuentaba me premió en diciembre porque fui de sus mejores clientes.

Como podrás notar, el vestirme se convirtió en mi vicio y el hacerme sentir bien, salir de fiestas con amigos, y muchos otros vicios “peores” como el alcohol y el cigarro. Sin querer justificarme, esto me hacía feliz. Yo me decía que al fin podía comprarme lo que quería. Pero el asunto es que ¡vicio es vicio!

Cuando entrás al mundo laboral, te vuelves visible para los bancos y un día recibí una llamada ofreciéndome una tarjeta de crédito con un límite de $2,000.00 pesos. Ese límite con el tiempo subió hasta los $18,000.00 pesos, pero claro, yo hacía como que ese dinero era mío, pero era prestado a un costo altísimo y estaba que nadie me paraba.

Llegué a tener cinco tarjetas de crédito: la del supermercado, de la tienda de ropa, y las de 3 de los bancos. Pero asústate, la tarjeta del súper acabó siendo para todo uso, incluso para realizar retiros en efectivo. Súmale a eso un préstamo que si me preguntas para qué lo tomé y en que lo gasté, ni me acuerdo.

Irónicamente, cada vez que cambiaba de trabajo mis ingresos eran mejores, siempre el salario y las prestaciones del nuevo trabajo superaban al anterior, lo que hacía que gastara más, pero ni miraba ni entendía esa situación.

Cuando me decidí a comprar casa, mi nivel de endeudamiento era del 90%, por lo que el banco rechazó el crédito hipotecario, pero yo con tal que me aprobaran, me fui a otro banco a solicitar una consolidación de todas las tarjetas y el préstamo.

El desembolso estuvo listo en tres semanas, de manera tal que logré burlar al banco que me otorgaría el crédito hipotecario. Lo que nunca vi era que sin pensarlo me estaba adjudicando dos deudas, la de la casa y la del préstamo de consolidación, que en algún momento se me iban a salir de las manos.

Cuando ya tuve mi casa y empezaba a formar mi hogar, me di cuenta que hay otras prioridades que sin una adecuada financiera es difícil poder lograr. Hoy mi problema dejaron de ser esos gastos innecesarios, esos gustitos que me daba, eso quedó atrás. Mi problema ahora es que producto de mis malas decisiones, el 50% de mis ingresos son para pagar deudas, que por fortuna las he podido manejar cumpliendo con los abonos correspondientes cada mes y de las cuales ya voy saliendo.

Este año logré saldar una, y a mitad del siguiente saldré de otra. De mi aguinaldo logré guardar la mitad, y está en una cuenta, pero ni compré ropa ni compré zapatos porque ¡tengo ropa! y deje de preocuparme por el hecho de estrenar en Navidad y fin de año. ¿Para qué? Si tengo ropa y zapatos en buen estado. La otra mitad del aguinaldo lo destiné a pagar las cuentas (como siempre) y hacer pequeños arreglos en mi casa.

Cuando termine de pagar mis deudas, mi próxima compra será un carro y quiero documentar como lograré poderlo comprarlo. Ésa es una mis metas financieras fuertes después de mi casa, digo fuertes porque sería mi primer vehículo y pues un carro vale más de $100,000.00 pesos, ¿verdad?

Si todavía estás leyendo y piensas que soy muy buena con mis finanzas personales, estás equivocada. Puedo decirte que apenas estoy aprendiendo pero deseo graduarme con honores. ¿Cómo? Logrando tener un fondo para emergencias para subsistir al menos 6 meses, pagando además del seguro que exige el comprar un auto nuevo, y cumpliendo fielmente lo que plasmé en mi presupuesto para lograr tener un considerable monto ahorrado para luego “ponerlo a trabajar” y obtener un mayor rendimiento.

Definitivamente, puedo decir que suprimí hábitos que estaban consumiendo mi salario, hábitos que me impedían tener una visión de mediano y largo plazo, hábitos que solo me traían preocupación y desesperación.

Por el contrario, he adquirido y seguiré adquiriendo hábitos que fortalezcan mi cultura financiera, para seguir instruyéndome sobre un tema tan elemental como es el dinero.